La ética es un item importantísimo dentro del documental, tema imprescindible de ser tratado en todo libro relacionado a la no ficción. Desde el antológico libro «La representación de la realidad» [1] hasta el blog más humilde dedicado al documental, como este, toca o debe tocar este tema. Algunos enfoques:
Bill Nichols, en «Cuestiones de ética y cine documental» [2], ofrece una reflexión sobre la condición ética del realizador y expone la importancia de la creación de un hipotético código profesional centrado en dos elementos: los sujetos del film y los espectadores, mientras Carl Plantinga en «Caracterización y ética en el genero documental«[2] nos dice que una de las principales diferencias con la ficción, son las obligaciones éticas que debe tener el realizador al representar a personas reales frente a personajes ficticios, en donde estas obligaciones dejan de existir.
Para mi, es un tema delicado que tiene muchas aristas, difícil de definir y delimitar. La ética es personal y se va forjando en el día a día, en lo que uno ve, con lo que uno a crecido, el ejemplo recibido, lo que leemos, lo que cuestionamos, lo que criticamos, si reaccionamos o nos callamos. Todo y más, forja nuestra ética personal y esta, como nos dice Nichols, es la base para delimitar nuestro «hipotético código profesional». Debemos reconocer el poder que tenemos entre manos, ver que tenemos la capacidad de representar la vida de una persona como queramos (ya que nosotros seleccionamos que va o no en el documental), pudiéndola utilizar para beneficio personal y luego desatendernos completamente de dicha relación. Algo similar a ciertos reportajes televisivos que podemos apreciar los fines de semana por televisión, en donde se utiliza la miseria y el sufrimiento de una persona tan solo para buscar rating y vencer al programa de la competencia, sin pensar en el ser humano y como esto le afecta.
Insisto una vez más, la ética es personal y así como yo no podría realizar estos reportajes o hacer algún trabajo para una minera sabiendo lo que ello implica, a otros no les afectan o no les parecen éticamente cuestionables. Es así, completamente valido, cada uno se rige por su «hipotético código profesional» y con este, debe vivir.
Para ejemplificar, mejor aún, el proceso ético dentro del documental y lo complejo del mismo quiero compartir con todos un documental realizado en el 2006 por Omar Quezada: «El Perdón«. En este, Omar va en búsqueda de un antiguo compañero de colegio, a quien atormentaba en clases, con la idea de pedirle perdón, pero es en este camino que comienza a cuestionarse lo que en el papel se veía sencillo, y al enfrentarse con la realidad aflora el cuestionamiento ético del documentalista.[4]
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